Para el año 1978 el equipo Brabham, o Martini Racing, como preferiría llamarle el que sufragaba con su publicidad el dispendio, había decidido ir por libre y desvincularse del eterno motor Cosworth DFV que montó la mayoría de la parrilla durante más de 2 décadas. Brabham acordó con Alfa Romeo montar su motor 12 cilindros, que la firma italiana suministraría de forma gratuita. Sin embargo, este propulsor tenía inconvenientes, sobretodo su gran peso, lo que llevó a los ingenieros a tener que romperse la cabeza para mejorar las prestaciones del monoplaza.
Tal y como
el hambre agudiza el ingenio, el pesado motor Alfa Romeo hizo lo propio con el
de los técnicos Brabham, que idearon varias ingeniosas soluciones. Una de ellas
fue instalar un gran ventilador, semejante a una gran turbina, en la parte
trasera del monoplaza.
Gracias a
este ventilador el aire que pasaba por debajo del plano del coche salía a gran
velocidad por la parte trasera, consiguiendo un espectacular efecto suelo. Los
resultados fueron inmediatos y prometedores: el Brabham BT46 de Martini Racing
estrenó el artilugio en el GP de Suecia de 1978, consiguiendo el 2º y 3er
puesto en los clasificatorios. En carrera, Lauda sacó más de medio minuto al
segundo clasificado, Patrese.
Estaban a
mediados de temporada, por lo que Brabham y Lauda se las prometías muy felices
gracias al nuevo invento. Sin embargo, y como ha ocurrido tantas veces
últimamente en la F1, las críticas y protestas del resto de equipos arreciaron,
alegando que ese apéndice era totalmente ilegal. Tuvieran razón o no,
Ecclestone tuvo que retirar los coches.
El BT46B y su
ventilador tuvieron una vida tan exitosa como efímera: una carrera, una
victoria.
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